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Un drama invisibilizado

  • Andrea del Valle
  • 30 nov 2020
  • 2 Min. de lectura
El drama de los desahucios condena a miles de familias a la exclusión social

Miles de personas están siendo echadas de sus casas, tiradas a la calle, indefensas y con niños en brazos. Como juguetes rotos. Las autoridades competentes que ejecutan el desahucio tienen la misma empatía que un niño de tres años. Nula. Inexistente. Y parece ser que una gran parte de la población coincide con ellos.


¿Cuánto importan los 65 años de trabajo de una anciana de 80 años? Toda una vida de esfuerzo y dedicación se ve truncada en el momento en que las fuerzas de seguridad irrumpen en sus viviendas y les arrebatan todo por lo que han luchado. Lo que parecía un hogar sólido y seguro desaparece como un castillo de naipes. El resultado de 65 años, perdido en apenas 10 minutos.


Son juguetes rotos, que buscan un poco de humanidad en una sociedad de corazones fríos. Muchas familias se ven obligadas a vivir en la calle, apartadas de la sociedad, sin un trozo de pan que dar a sus hijos. Personas mayores con pensiones precarias. Todo un remolino de infortunios y facturas sin pagar desembocan en un mar de soledad y nostalgia. Nostalgia por un pasado que no volverá. Por un hogar caliente forrado de fotografías de sus seres queridos.


La venda que muchas personas se colocan ante esta situación agrava el problema. No solo no tienen hogar, sino que pasan a ser invisibles. Es una realidad que incomoda: la solidaridad brilla por su ausencia, incluso en los tiempos que vivimos.


El hecho de que se pueda echar de su hogar a una familia para condenarlos a vivir en la calle es deplorable. Como juguetes rotos, piden una segunda oportunidad. Como juguetes rotos, pasan a ser invisibles. Y es que, en esta ocasión, el refrán cambia: lo que difícil llega, fácil se va.

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